¿Sabían que en la naturaleza no existen los residuos? Todo se transforma, se biodegrada y retroalimenta: lo que parece un final es en realidad, el principio de otro proceso cíclico. En cambio en el modelo de economía lineal, que arrastramos desde hace varios años, un producto que es fabricado y consumido, se desconecta del impacto de su origen (por ejemplo, la procedencia de sus materias primas) y del impacto de su futuro, en su disposición final. Esta lógica de extracción-producción-consumo-desecho, sin medir consecuencias, evidentemente no es sostenible a futuro, de hecho ya agotamos la biocapacidad disponible del 2017 en sólo 7 meses!
Por suerte, está creciendo el interés por una economía circular; la cual reconoce que los recursos son limitados, y por ello deben mantener su utilidad y valor, para poder reinsertarse en el sistema (recordemos las tres Rs: reducir, reutilizar y reciclar). Un ejemplo de esta economía circular es el compostaje que transforma lo que sobra de las verduras y frutas que consumimos en tierra fértil. Esta tierra sirve para que a futuro crezcan nuevas plantas y alimentos, que luego volverán a ser compostadas.
Si somos concientes de estos procesos, tenemos el poder en cada decisión de consumo para eligir el mundo en el que queremos vivir, y como siempre decimos: ¡Cada acción cuenta!